viernes, 14 de noviembre de 2014

¡¿Dónde van estos libros?! Ehhhh???

Ohh!! Ha llegado el día y todavía nos quedan cajas por trasladar!!
Pero lo peor es volver a ordenar todo en su sitio.
Así que pedimos paciencia y disculpen las molestias!!
No sabemos cómo trasladaremos la zona XXX, pero algo se nos ocurrirá.




Image Map

jueves, 1 de mayo de 2014

Lucía (I parte)


Ven de Roberto García. Capítulo 2. Lucía. I parte


6 de octubre de 1990

_ Relájate, pareces tenso.

    La mujer, que casi rozaba la cuarentena, sonrió. Despacio, uno a uno, desabrochó los botones de la camisa. Estudiaba divertida la expresión en su rostro.
Por suerte para él, myLady, así debía llamarla en la intimidad, entraba dentro de los estándares de belleza. Una vez abierta, paso la mano por su torso. A sus 19 años y sin ser muy deportista, mantenía la figura. No le importaba demasiado, puesto que ella le eligió. Iba a cambiar favores sexuales por dinero. Una simple y mera transacción. Al menos, ella no le haría daño o eso pensaba. Nunca se podía estar seguro en aquel negocio… Razón por la que permanecía alerta. El último cliente, le mandó al hospital con varios moratones y un desgarro anal.

    Ajena a los pensamientos del joven, siguió acariciando su pecho. Casi le doblaba la edad, le excitaba la inocencia que desprendía y el brillo en sus ojos azules, ¿miedo?
No tenía hijos, así que el pensamiento enfermizo de acostarse con un vástago no le afectaba. Sí el de marcarlo para siempre con sus caricias y besos. En su mente, la idea que jamás la olvidara se convirtió en su objetivo.
Con la boca soltó el botón de los tejanos, bajándolos con suavidad hasta que éstos cayeron por su propio peso. De rodillas en la cama contemplaba la imagen del veinteañero. Los pantalones por los tobillos, unidos a unas piernas largas y enclenques que, tapaban sus vergüenzas con un slip blanco, una talla superior, y la espantosa camisa de franela de cuadros azules. Una sonrisa se le escapó y, sin previo aviso, puso la mano sobre el calzoncillo, provocando una contracción en su acompañante. Estaba flácida.
MyLady, sin disgustarse por aquel pequeño detalle, se desvistió. Una vez en ropa interior, de encaje rosa, hizo un gesto para que se acercara más a la cama. Tropezó por culpa de los pantalones y con una mueca más de irritación que de nerviosismo, se los quitó, provocando una sonora carcajada en la mujer.
Al llegar a su lado, se desabrochó el sujetador. Sus senos operados provocaron que las pupilas del joven se dilataran.

    Su calor lo inundó nada más abrazarse a él. De forma sensual rozaba los pezones contra sus holgados calzoncillos, produciendo el efecto esperado.
Algo tenso, le acarició los hombros, retirando el largo cabello rubio hacia la espalda. Debía parecer inexperto, a myLady le gustaban de esa forma y, él prefería las caricias de unos pechos perfectos a las unas manos fuertes y rugosas.
La presión que se autoinfringía se convertía, sin desearlo, en torpeza para ella.
Sintió frió cuando su ropa interior se deslizó piernas abajo. La excitación inundó de sangre su pene que, creció de golpe nada más notar la humedad de la lengua en su glande. Ahora debía centrarse en correrse lo antes posible.

    Húmeda y extasiada no pudo evitar metérsela en la boca. Olía a limpio e incluso percibía rastros de la fragancia del suavizante de la ropa en su piel. Nada más notar su lengua y sus caricias se irguió dura dentro de ella. Abrazada a él, no tuvo que esforzarse mucho, su semen se desparramó viscoso tras varias convulsiones. Lo observó mientras lamía cualquier resto que hubiese quedado. Sus manos temblaban al rozar la piel de sus hombros, intentando parecer caricias. Se apartó de él y le estiró del brazo, tirándolo en cima de la cama. Subida a horcajadas empezó a acariciarlo con suaves besos…



18 de mayo de 1995

    Amor, una mera ilusión del subconsciente.
Buscaba placer, control… y con myLady lo encontró, en el mismo hotel en que se habían citado incontables ocasiones, siempre que ella venía a la ciudad. Gracias a su dinero pago la carrera y todos sus gastos.
La vida ofrecía un sinfín de oportunidades, solo exigía a cambio no ser escrupuloso. No se consideraba víctima de ninguna de sus decisiones. Pudo elegir entre un trabajo digno con un sueldo indigno y combinarlo con los estudios, como miles de jóvenes, o pagarse la universidad y todos sus caprichos vendiendo su compañía y, en algunas ocasiones su integridad física. Quería poder y éste no se conseguía con acciones respetables. Por ese motivo se encontraba en aquella habitación, aferrado con fuerza a las caderas de una mujer, sin importarle que tuviera la edad de su madre. MyLady. Disfrutaba sodomizándola. Los gemidos, la respiración entrecortada… todo indicaba que gozaba con cada embestida que le profería, aunque eso le resultaba indiferente. Veía la influencia que ejercía en ella cuando la miraba. El deseo la embriagaba con cada roce, ella lo buscaba. Pese a que sus visitas, cada vez más espaciadas, mantenían siempre la misma intensidad, sabía que se acercaba la despedida. Pronto llegarían a su fin, pues resultaba demasiado mayor para sus gustos aunque, no pensaba dejarla marchar. El despecho no existía en su vocabulario. Cuestión de oferta y demanda. La satisfacción de un deseo creaba siempre una oportunidad.
Clavaba los dedos en sus caderas, consciente de las marcas que aparecerían al día siguiente. Concentrado, retrasaba todo lo posible su orgasmo. MyLady lo había mantenido como amante todos estos años por pequeños detalles como aquél. Se convirtió en su fulano y no tuvo que volver a la casa de citas. Gracias a la seguridad de un sueldo fijo, a partir de entonces, elegía él a sus clientes.
Incrementó el ritmo de las arremetidas, separando los glúteos, dejando al descubierto el orificio del ano. Ella gimió con fuerza a causa del dolor de la piel tensada. Antes de correrse, la inmovilizó. El juego de la dominación y la sumisión creaba fronteras ficticias entre sus protagonistas. Hacía tiempo que descubrió la verdadera naturaleza de myLady, por eso se la follaba sin dejar que ella se saciara, dándole un pretexto para martirizar a sus jóvenes amantes.



9 de junio del 2007
11:00 AM


_ ¡Miranda! ¡Cuánto tiempo!_ le sonrió sincera.
_ ¿¡Ariana!? ¡Cariño! ¡Qué gua estás! ¿Cuántos años tienes ya ? ¿30?
_ 35_ corrigió coqueta Ariana.
_ ¿De verdad?_ con fingida sorpresa_ ¡Oh! ¡Esta memoria mía! Pero ven, siéntate conmigo y tómate algo. Yo invito, aunque el propietario de esta hípica sea tu padre, creo que es mejor que yo pague_ le guiñó un ojo risueña mientras le acercaba una silla._ Por cierto, ¿qué haces aquí? Creía que no te gustaban las carreras de caballos, por eso del maltrato animal y esas cosas_ dijo de forma frívola.
_ Bueno_ contestó algo incómoda una vez sentada y arrepentida por haberlo hecho_ y siguen sin gustarme. He venido por asuntos de negocios.

    Miranda la observó, su comentario no le había gustado como preveía, seguía siendo la misma idealista. La conocía desde pequeña. Su padre y ella habían hecho negocios en el pasado. Ariana pertenecía a una familia de renombre y a una de las fortunas empresariales más grandes de aquel país. Su interés se centraba en la joven heredera y en la reunión que tendría lugar dentro de unas horas.
_ Y… ¡dime! ¿Acudirás esta noche a la gala? Tu padre está orgulloso de ti,_ le sonrió._ No recuerdo en qué periódico leí... fuiste clave para la absorción de…
_ Miranda_ le interrumpió de golpe._ Sabes que no puedo hablar nada de negocios contigo, eres nuestra principal competencia._ Su educación le impedía ser grosera. Era una antigua amiga de la familia y por lo que conocía de sus actividades, nada relacionado con ella era fortuito.
_ ¡Está bien! ¿Irás esta noche a la gala? A eso si podrás contestarme... _ le sonrió de forma cariñosa.
_ No es seguro. Se me dan mejor los despachos que no los salones…
_ ¡Tonterías Ariana! Llevas la sangre de Patricia. Estoy segura que con un vestido negro de esos que enseñan toda la espalda, _ cogiéndola del brazo se acercó a ella, _ porque se nota que sigues nadando a diario, _ le guiñó un ojo pícara, para comprobar cómo se ruborizaba ante el detalle, _ subida a unos tacones de vértigo y, con la larga melena recogida en uno de esos extravagantes moños con perlitas y yo que sé qué cosas os ponéis ahora la juventud, _ se distrajo expresamente para sacudir la cabeza._ ¡Estarías fantástica! Apuesto mi caballo Perla Gris a que tus socios no te niegan nada, y créeme niña, yo nunca pierdo.

    Ariana rió ante el comentario, una mezcla de tensión y nervios se apoderaron de ella. Su presencia en la fiesta era obligatoria, con cierta amargura reconoció la agudeza de la cincuentona. Sus ojos grises siempre le trasmitieron respeto, desprendían demasiada inteligencia. Miranda nunca se había casado y, a diferencia de otras mujeres de su posición, no se le conocían novios ni amantes; tampoco protagonizó ningún escándalo para portadas del corazón. Una mujer admirable en muchos sentidos, pero implacable en los negocios. Su madre, Patricia, y ella fueron amigas en su juventud. Al casarse, se distanciaron. La última vez que la vio, fue en el funeral de ésta, hacía ya seis años.

_ ¡Bien! No te entretengo_ le dio dos besos al levantarse._ Por favor, da recuerdos a todos. Piensa en lo del vestido negro, _ le sonrió mientras se giraba en dirección a las cuadras.

    Con una sonrisa fija en sus labios y la mente perdida en los recuerdos de su madre, guardó en sus retinas la imagen que trasmitía Miranda. “Saber estar”. Siempre impecable, bien vestida, elegante y sin desentonar, ni tan siquiera el maquillaje o el perfume resultaban ofensivos para su edad.
Distraída miró la pista. La carrera había finalizado. El diseño de un vestido negro con la espalda al descubierto se materializó en su mente.




20:00 PM

    Miranda, a sus 55 años, conservaba gran parte de su atractivo. Gracias al bisturí, al ejercicio, a una buena dieta equilibrada y, por supuesto, a su inmensa fortuna; parte heredada, parte ganada.
Las puertas del enorme ascensor se abrieron. Sin ser consciente de la presencia que había subido en aquella planta, siguió pensando en todos los obstáculos que tuvo que sortear para llegar donde estaba. No resultó fácil dirigir la empresa, los mayores problemas se los ocasionaron miembros de sus círculos más próximos; por ese motivo sabía que la confianza y la amistad no existían en los negocios. En la actualidad, no quedaba nadie que la cuestionase.

    Entró silencioso, situándose al fondo del ascensor. Una pieza de exquisita tecnología y decorada hasta el más mínimo detalle; imagen fiel del hotel de 5 estrellas, donde se alojaba. Vestido de riguroso negro, su esmoquin, hecho a mano se adaptaba a la perfección tanto a su cuerpo como a sus movimientos. La única pasajera, sentada en el diván del s. XVIII con adornos en oro, también vestía de gala. No sabía decir si era hermosa, pero su porte detonaba seguridad.

_ ¿Sabes lo que tienes que hacer?_ volviendo a la realidad, Miranda regresó al ascensor. Su vista se clavó en el hombre de esmoquin que se hallaba de pie a su lado.
_ Sí.

    La voz, varonil y seca, que tanto conocida, la excitó. Con el paso de los años, su físico se había modelado, al igual que sus servicios… Una mente brillante, ambicioso y sin escrúpulos. Sabía que pronto ya no la necesitaría, es más, dudaba si alguna vez la necesitó de verdad; pero hasta que llegase el momento, pensaba exprimir al máximo su talento.

_ ¿Algún dato nuevo?
_ Sí._ girándose hacia las puertas que se acaban de abrir._ Llevará un vestido negro, con la espalda abierta, una espalda de nadadora, tacones de aguja y, es muy probable que lleve un collar de perlas negras, era de su madre.


23:30 PM

    Lo mejor y más selecto de la sociedad de aquella apestosa y corrupta ciudad, se hallaba en el vestíbulo del fastuoso hotel de 5 estrellas recién inaugurado. El último proyecto del holding de su familia. Expandir su cadena de hoteles por las principales capitales del mundo, y con ellos el resto de negocios. Incómoda sobre su deslumbrantes zapatos para la ocasión, empezaba a resultarle, la tarea de sonreír a los invitados que, su padre le presentaba, más difícil. Como pudo fue sorteándolos, en dirección a la sala dónde, después de una fugaz visita por el complejo, tendría lugar la tan ansiada fiesta. Alcohol y música resultaban los mejores aliados a la hora de sellar alianzas. Muchos de los grandes empresarios ya ocupaban los divanes y butacones de la gran sala, engalanada para la ocasión. Intentando pasar desapercibida, buscó la mesa más retirada. El suave tacto envolvente del sofá la atrapó nada más sentarse. Los talones respiraron agradecidos, cuando por fin quedaron libres de tan cara tortura. Envuelta en una tenue luz ambiental, lo vio por primera vez. Un hombre de su edad, alto, moreno con un impresionante esmoquin, más por su físico que por el traje en sí; pues ella no entendía mucho de marcas masculinas.
Escuchaba entre distraído y aburrido la conversación que, a la fuerza, dos cincuentonas con más ginebra en sangre que en la copa, intentaban sin mucho éxito que se involucrara. No pudo evitar reír al ver los vanos esfuerzos del hombre por sacárselas de encima. Durante más de media hora observó al trío, embelesada en los gestos corteses que profería hacía las dos señoras. Todos sus amagos de separase de ellas eran sistemáticamente anulados. Prisionero de su propia educación, de tanto en tanto barría la sala con la vista, buscando una salida. En un descuido por su parte, sus ojos no se apartaron, cruzándose con los de él. Sin vacilar, reaccionó de inmediato: levantó la mano y le dirigió una exultante sonrisa blanca e impecable.
Ariana, sorprendida, miró hacia ambos lados. Al volver la vista él ya se dirigía hacia su posición a grandes zancadas. De reojo vio como las dos captoras la fulminaban con desprecio.
_ Ricardo del Monte_ se presentó extendiendo la palma de la mano.
_ Ariana Wójcik_ contestó entrecortada, tanto su voz como su presencia le turbaron; tampoco ayudó la contracción en el estómago que sintió al percibir el tacto suave de sus dedos y el calor de sus labios en el dorso de su mano.
_ Perdone mi osadía Srta. Wójcik, ¿sería tan amable de permitirme que la acompañara?
_ ¿Cómo sabe que soy señorita?_ la pregunta salió sin pensar, a modo de defensa bien aleccionada.
_ No lleva alianza, la única joya es el collar de perlas negras. No pretendía molestarla, _ con un tono de disculpa._ Solo deseaba respirar tranquilo, no podía más, _ su expresión denotaba un profundo agobio.
_ Perdone, por favor, _ le sonrió tendiendo la mano en dirección al butacón de enfrente._ Le comprendo, _ rio divertida recordando la escena.
_ Parece que las desgracias ajenas le provocan mofa_ su timbre se endureció.
_ ¡Perdone!_ incorporándose más, no pudo evitar sentir cierto desdén hacía su poca sensibilidad._ No pretendía ser grosera, lo lamento_ desvió la vista de sus ojos.
_Por haberse estado riendo de mi todo este tiempo, creo que me debe una copa_ le contestó mostrándole la sonrisa más encantadora y deslumbrante de su repertorio.
_ Mmm, eso parece_ avergonzada por haber sido descubierta levantó la mano en señal al camarero._ ¿Qué le ha traído a esta inauguración? No le había visto antes._ Algo más tranquila pretendía frivolizar aquel encuentro hablando de trabajo. Obligada por los intereses familiares, acudía a todas las galas, reuniones, cenas... y nunca antes lo había visto.
_ Trabajo, _ sus ojos no dejaban de observarla.
_ ¿Qué clase de trabajo? _ interesada no entendía la respuesta, al fin y al cabo aquellas cenas siempre eran por trabajo.
_ Mi empresa se dedica a la organización de eventos. Este es nuestro primer encargo para PAYRUS. Estoy aquí para comprobar que todo sale según lo previsto.
_ Entonces, ¿está usted, de verdad, trabajando?_ Ariana recordó el nombre de la empresa que ella misma eligió de entre todos los presupuestos que le enviaron: MUY & TRE.
_ Sí.



Lucía (II parte) el 1 de junio.
No te lo pierdas...




Este relato ha sido escrito por Roberto García @TintaDePlanta
Participa dándose a conocer gracias a la "sección erótica"